Viajeros espacio-temporales y piratas con Bazookas
—Hoy mataremos al capitán. Sigues a favor del plan ¿cierto?—Harry escuchó estas palabras mientras fingía que limpiaba la cubierta de La Venganza II, el barco pirata donde estaba infiltrado.
La escoba se le cayó, causando un estrépito que llamó la atención de los dos tripulantes que cuchicheaban, recostados en la barandilla de madera.
Harry corrió hacia la armería en la cubierta de abajo, pero el chico no tenía intención de matar a nadie ¡claro que no!
Allí lo esperaba Maxwell, su colega en viajes espaciotemporales y creación de contenido.
—¿Pudiste grabar algo interesante? —preguntó Maxwell, al ver que entraba Harry
—¡Hay que irnos! —exclamó el recién llegado, intentando recobrar el aliento
—Respira, Harry —dijo Maxwell, antes de guiar a su amigo por unos ejercicios de respiración. Luego de un par de repeticiones (no se tomaron el tiempo para hacer más, había contenido que crear), Maxwell preguntó:
—¿Qué grabaste que te dejó tan asustado?
—dijeron que están planeando un motín —dijo Harry en voz baja, agarrándose de su pelo rizado.
—¿Y lo pudiste grabar?
—Si…
—¡perfecto! Vamos a seguir grabando —Maxwell se dirigió a la puerta de la pequeña habitación, animado, pero Harry le agarró del hombro
—No, espera, ¡es peligroso! —suplicó Harry. Maxwell se detuvo y frunció el ceño
—Harry, el hecho de infiltrarnos en un barco pirata ya es peligroso. Además, ¿para qué crees que traje una mochila tan grande? —Maxwell agarró su bolsa, que debía medir un metro y medio de largo, y sacó un viejo lanza misiles de adentro. Harry emitió un sonido parecido a una llamada de apareamiento de un ave —es el souvenir que me llevé cuando fuimos a la segunda guerra mundial — explicó Maxwell
—¡Es una bazooka! ¡No puedes robar una bazooka! ¡No puedes robar nada, de hecho! —Harry se quejó, pero Maxwell hizo un gesto de despreocupación con la mano, guardó el bazooka, y salió de la habitación con la mochila puesta.
Ambos recorrieron el barco, lleno de tesoros antiguos para ellos, pero novedosos para los piratas a su alrededor. Se detuvieron ante un laúd hecho de madera clara decorado con diseños florales azul intenso. Harry recordó que la pintura de ese color, hecha de lapislázuli, era muy costosa en ese entonces.
—Me pregunto a quien se lo habrán robado —dijo Harry, señalando el instrumento
—A un músico con mucho estilo —propuso Maxwell. Harry asintió, animado
—Y con mucho dinero
Ambos jóvenes salieron a la cubierta. El cielo despejado de la tarde y el mar abierto prometían nuevos tesoros, y buena iluminación para los videos. Se toparon con un grupo de tripulantes experimentados. afilaban sus cuchillos y limpiaban sus pistolas de chispa. Todos charlaban, animados, excepto el primer oficial, quien guardaba un silencio inquietante. Su mirada decía de todo, pero ni Harry ni Maxwell pudieron interpretarla.
—¡Hola, camaradas! —saludó Maxwell, jovialmente —¿por qué limpian tanto sus armas? —los piratas se callaron casi de inmediato, como si se hubieran inhibido. El primer oficial levantó la mirada de su cuchillo, ya tan afilado que parecía un espejo
—Hay que estar preparados para cualquier cosa —dijo él, sin más. De entre su colosal chaqueta de cuero, apareció un pequeñísimo loro de color verde tan intenso que molestaba a la vista
—¡Vamos a matar al capitán! —dijo el loro con voz chillona. Los tripulantes le gritaron al loro todo tipo de groserías que solo a un marinero se le ocurrirían, en un intento de hacer que cerrara el pico. El primer oficial alzó su cuchillo
—¡Nadie le habla de esa manera a mi Lorinzo! —gritó él. Harry y Maxwell eligieron ese momento para irse disimuladamente. Lo que menos querían era ser apuñalados por el primer oficial o ser picoteados hasta la muerte por Lorinzo.
Ambos creadores de contenido se dirigieron al camarote del capitán del barco, John Johnson. Abrieron la puerta con sigilo, y se lo encontraron dormido plácidamente en su cama. La habitación estaba decorada con bastante buen gusto, para tratarse del dormitorio de un pirata. En el techo se hallaba una lámpara de araña lo suficientemente grande como para ser un peligro de incendio, había un escritorio enorme en medio de la habitación, cubierto de mapas y cartas de navegación. La cama, donde reposaba el capitán, era inmensa comparada a las hamacas donde dormían los demás. Tenía mantas de terciopelo, y montones de almohadas coloridas. La habitación olía a alcohol. —Graba esto —susurró Maxwell luego de dejar su mochila en el piso. Harry hizo un gesto con la mano para activar la cámara de su ILens (Este dispositivo, similar a un lente de contacto del siglo XX y XXI, era prácticamente indispensable para creadores de contenido que viajaran en el tiempo, ya que era discreto y fácil de usar)
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Harry en voz baja. Su amigo se acercó a John Johnson, y señaló su colgante de oro.
—Voy a llevarme un souvenir —explicó Maxwell. Harry apretó los labios, consciente de que si se quejaba muy sonoramente, el capitán se despertaría —recuerden darle like al video porque esto es muy arriesgado —continuó Maxwell, esta vez dirigiéndose solamente a sus futuros espectadores. Cuidadosamente, desabrochó el colgante del cuello de Johnson y se lo arrebató. Harry se acercó a su compañero, asombrado por su destreza. Maxwell acercó el collar a los ojos de Harry
—¡Increíble! Tengo el colgante de oro del capitán de este barco pirata —dijo Maxwell, emocionado. John Johnson comenzó a removerse en la cama
—Mmmhhh ¿Que hora es? —preguntó, semi despierto. Maxwell se guardó el colgante en el bolsillo. Harry cortó la grabación rápidamente y se acercó al recién despierto.
—son las dieciocho horas, capitán
—¡ugh! ¡Es tarde, ahora no voy a poder dormir de noche! —se quejo John Johnson. Era tarde… Súbitamente, Harry lo recordó: el motín —¿se puede saber por qué están en mi camarote? —quiso saber el capitán
—estamos escondidos —Harry soltó lo primero que se le ocurrió
—¿por qué?
—por el motín… —Harry se dio cuenta tarde de su error, y recurrió a una de sus tácticas preferidas para usar cuando las papas queman: huir. Harry salió corriendo de la habitación con Maxwell detrás.
—Muy discreto, Harry —bromeó Maxwell
—Perdón, ¡entré en pánico! —dijo Harry, en pánico. Intentó concentrar sus sentidos en lo que había alrededor para relajarse un poco. Algunos tripulantes ahora estaban jugando a las cartas. Harry pudo oír sus murmullos, probablemente estaban conspirando contra el capitán. El primer oficial se mantenía lejos de ellos, y acariciaba a su loro en la cabeza, cosa que le debía de molestar al animal, ya que era tan pequeño y delicado que las caricias lo aplastaban contra la mano de su dueño. El olor del mar estaba impregnado en todo y todos en el barco, y cuando te acercabas a cualquier tripulante se sentía alcohol en su aliento. El hedor era penetrante, pero de tanto viajar en el tiempo a épocas donde la higiene dejaba mucho que desear, uno se acostumbraba.
—¿recuerdas dónde dejé mi mochila? —preguntó Maxwell, interrumpiendo la observación de Harry. Repentinamente, la puerta del camarote de John Johnson se abrió, y todo ocurrió muy rápido. Los tripulantes se sobresaltaron al ver a su capitán, quien estaba sosteniendo un cilindro grande de metal
—¡mi bazooka! —gritó Maxwell
—¡escuché que quieren un cambio de liderazgo! —rugió el capitán antes de disparar.
Harry y Maxwell quedaron aturdidos por unos momentos, por lo que no presenciaron la muerte de Lorinzo, quien estaba caminando sobre el el suelo de madera, buscando semillas para comer. Para cuando se pudieron poner de pie, el barco era un caos. Había un agujero ardiente en la cubierta por donde comenzaba a entrar agua. Los tripulantes corrían y se empujaban para atacar al capitán o tirarse por la borda y escapar. El primer oficial estaba agachado frente al cadáver de su mascota, balbuceando.
—tenías razón, mejor vámonos —dijo Maxwell, abrumado
—Okey, pero al menos graba nuestra huida épica —propuso Harry. Maxwell asintió y prendió su cámara. Los dos aspirantes a influencer corrieron como alma que lleva el diablo en dirección al único bote salvavidas de La Venganza II. El fuego se propagaba rápidamente. Justo a tiempo, Harry se percató del primer oficial, que corría enfurecido hacia ellos sin mirar a sus alrededores y lo esquivó. Maxwell, en cambio, no reaccionó lo suficientemente rápido y fue derribado. El capitán, que estaba detrás de él, sí pudo evadir al primer oficial y aprovechó el momento de debilidad para abalanzarse sobre Maxwell
—¡Sé que te robaste mi colgante! —proclamó John Johnson. Harry, que aún no se había percatado de la situación, estaba terminando de desatar el bote salvavidas.
—¿Me ayudas con esto? —preguntó. Como nadie le contestó, miró a su lado y ¡sorpresa! No estaba Maxwell. —¡Oh no! —exclamó el chico —No está Maxwell ¿dónde está? ¿Y si lo mataron? ¡Espero que no esté muerto! —Luego de su pequeña crisis de ansiedad, Harry divisó a Maxwell forcejeando con el capitán. Corrió hacia ellos y le dio una patada al pirata en la cara, dejándolo aturdido. Así, Maxwell pudo escapar y terminar de liberar el bote junto a su amigo.
Una vez se alejaron lo suficiente del barco ardiente que se hundía, Harry dejó de remar.
—Perdón por no darme cuenta antes de que estabas en apuros —se disculpó
—No pasa nada —dijo Maxwell, con una sonrisa —Al final sí te diste cuenta —Harry suspiró, Maxwell se revisó los bolsillos. —¡Diablos! perdí mi reloj —se lamentó— Vamos a tener que viajar juntos
—¿Es seguro usar el reloj de a dos? —preguntó Harry
—No tanto, vamos a tener que ir abrazados —contestó Maxwell. Su amigo alzó una ceja—. Ya sabes. Para que no me caiga de la línea temporal
—Está bien, pero primero grabemos la despedida.
La despedida les había quedado genial, pensó Harry, mientras editaba. Las tomas con el barco prendido fuego habían quedado muy llamativas, perfectas para la portada del video. Recordó a todos los piratas con los que convivió por varios días. Algunos le habían caído bastante bien, esperaba que ellos hubieran sobrevivido. Harry se preguntó cómo se explicarían a ellos mismos lo que había pasado, si no sabían lo que era un lanza misiles. Quizás quedaron traumados de por vida, o quizás añadieron una loca historia que contar a su repertorio. Cuando vio las tomas donde salía Lorinzo, Harry pensó en el primer oficial, devastado por la muerte de su mascota. Se imaginó que el loro tuvo un emotivo funeral. Seguro llevarían muchas flores y las semillas favoritas del difunto. El primer oficial, entre lágrimas, pronunciaría un discurso conmovedor. Todos se abrazarían, recordando historias sobre Lorinzo y sus aventuras. Seguro extrañarían mucho la aguda voz del loro.
Harry publicó el video a la noche. A la mañana siguiente, se juntó con Maxwell para leer sus nuevas notificaciones. Consiguieron unos cuantos comentarios y algunos seguidores nuevos. No fue un éxito rotundo, pero tampoco terminaron demasiado decepcionados. En un momento, Harry decidió buscar a La Venganza II en internet, solo por curiosidad. Se encontró con un ensayo pseudocientífico hecho por una señora que daba charlas alrededor del mundo. El ensayo era larguísimo, y se titulaba “el hundimiento del barco pirata La Venganza fue culpa de los aliens”.

